Aquí bienvenimos a todos quienes deseen participar, intercambiar y avanzar en los conocimientos de lo que nos pueda ayudar a comprender el mundo en el que vivimos, la vida cotidiana, lo enigmático y lo simple, lo público, lo que nos aqueja y lo que nos sorprende y divierte o asombra. Siempre hay un lugar para maravillarnos...
Jugar y divertirse es una cosa muy seria y no lo puede hacer cualquiera.
Para jugar y divertirse es necesario darse permiso para disfrutar y compartir el placer de la acción y la emoción.
Los que llegan a esto con total naturalidad son los niños, pues para ellos el juego es el único medio de aprender. Desde jugar con sus manos y chuparse los pies hasta imitar a su papá cuando arregla un enchufe o desarma la bici.
Es tan común ver a un chico jugando que cuando no lo hace y lo vemos decaído y desinteresado pensamos que algo le pasa, que está enfermo.
La búsqueda de “culpables” siempre nos impide ver nuestra propia responsabilidad
Lic. Marina Fernández
Lo que sigue es un relato real. Es el texto de un correo electrónico entre profesionales abocados a la capacitación docente.
Hoy estuve en la escuela X ¿Te acordás?, es aquella escuela con serios problemas en el edificio. Aquella en que fue violada una nena...
Mirá, no sé por dónde empezar... se me mezclan la bronca y la sensación de impotencia. Necesito entender para poder hacer algo que ayude.
Hoy, cuando llegué a la escuela, la directora no estaba porque había tenido una reunión (¡habíamos quedado en vernos!). Sólo encontré a cuatro maestras que estaban tratando de "repartirse" a los chicos que, casualmente, ¡hoy habían tenido una buena asistencia! Estuve con Julia de 1º grado, una maestra joven y que, como es la de mayor antigüedad, estaba a cargo de la escuela (con sus propios chicos y chicos de otros grados en su salón). Julia..., ¡una campeona! Me contó que las cosas van, casi te diría, de mal en peor. El ausentismo de los chicos se mantiene, todo transcurre pesado, lento, “trabado”... ¡Hoy, ¡2 de octubre! recién trajeron los libros de texto que estaban desde varios meses atrás en el edificio de otra escuela y no había quedado claro quién se haría responsable del traslado. Y nadie se hizo cargo. Qué macana, los libros "durmieron" tristemente durante varios meses hasta hoy en que pudieron llegar a manos de los chicos.
Las historias personales de estos nenes son terribles (tal vez más complicadas que en algunas otras escuelas). Juan, por ejemplo, se lo notaba enojado, se quejaba del libro, decía que quería escribir en lugar de leer, nada le venía bien... Me dice Julia "está enojado... En realidad, enojado con la vida. Prácticamente vive en el tren. Se conoce una a una todas las estaciones del tren y del subte." A Magalí, otra nena, la abandonó su mamá y ahora vive con el padre y la madrastra, una chica jovencita..."
Y a medida que iba viendo e iba escuchando y atando cabos y relacionando, trataba de entender (aunque te confieso que me sentí “descorazonada”). Pero Julia no se descorazona, va todos los días, no se deja ganar por el desánimo y está contenta porque casi todos lo nenes están largándose a leer. Ella misma, que es sumamente afectuosa con sus chicos, me dice, tendría que quedarme abrazándolos largamente, pero no puedo, tengo que enseñarles a leer, exigirles, a lo mejor eso es lo que los va a salvar.
En esta escuela, daría la sensación que, la realidad (extraescolar) avanza brutalmente sobre ella y la sitia, la acorrala. Y algunos de sus maestros “resisten” este avance. Otras escuelas, en contextos muy similares, logran que “las Julias”, “los Juanes” y “las Magalíes” sean más felices y más libres. No tienen necesidad de “resistir”. Son aquellas que pueden “avanzar” sobre la realidad social y, de alguna manera (aunque sea mínima) le ponen coto.
¿Qué es lo que determina a unas y otras escuelas? Hay herramientas conceptuales que nos pueden ayudar a responder esta pregunta. Bourdieu, por ejemplo, habla del habitus haciendo referencia a las formas en que una experiencia social nos subjetiviza; y utiliza la noción de campo de significación para dar explicación del modo en que una práctica social se inscribe siempre en una red de relaciones de poder simbólico —un espacio, lugar o terreno social donde se ponen en juego recursos y valores y donde los agentes sociales compiten por su posesión o por su legitimidad—. Por eso, el significado que damos a las cosas depende mucho de nuestra inserción en un campo de significación.
Las escuelas siempre resignificaron las propuestas de las macropolíticas educativas. O sea, existen dentro de cada colectivo escolar, procesos a través de los cuales se traducen las propuestas; se interpretan o reinterpretan; se quiebran ; se encuentran intersticios insospechados sobre los que se despliega su autonomía, aprovechando sus potencialidades. No son sólo o exclusivamente las “medidas en sí” (reformas curriculares o estructurales) las que definen o deciden los cambios reales, sino el modo en que colectivamente se elaboran, se producen, se redefinen y terminan “haciéndose propias” (y en consecuencia ya nuevamente modificadas).
Tal vez, el sentimiento que surge al leer el relato del inicio es “buscar culpables”. Y la “caza de culpables”, “el señalar con el dedo”, generalmente, paraliza la acción, oculta caminos posibles, obnubila el entendimiento. Lo que se comunica como culpa, no promueve la responsabilidad.
Las instituciones están habitadas por la dinámica entre lo instituido y lo instituyente[1]. Y es el estilo institucional lo que marca la diferencia. Es el estilo institucional el que genera, o no, la impresión de un “orden natural” de las cosas. Si bien no hay una definición universal ni atemporal de los factores que permiten explicar la eficacia de una institución, escolar en este caso, podemos mencionar algunas cuestiones que hacen a los estilos institucionales y que favorecen o dificultan su funcionamiento. Algunas cuestiones que caracterizan los estilos institucionales pueden ser: los modos de reaccionar frente a las dificultades, las formas de percibir y juzgar la realidad, las formas de comunicación entre los diferentes estamentos institucionales, las modalidades de distribución del poder y de las responsabilidades, los modos de control y distribución del conocimiento...
Este texto intenta ser una primera aproximación para tratar de comprender a la Escuela y a sus habitantes (docentes, alumnos, directivos, auxiliares, padres...) y entender así que, en las instituciones como las del relato del inicio no hay culpables, hay instituciones y personas que sufren.
Podemos decir “la escuela no sirve para nada” al modo del “que se vayan todos...”. En ambos casos nos estamos autolimitando como actores sociales. En cualquier circunstancia, tratar de comprender por qué las cosas suceden del modo en que suceden nos alentará a intentar el cambio. Hay una responsabilidad, individual y social que tenemos con la infancia. La cuestión de los niños nos compromete a todos.
[1] Lo instituido que estará dado por lo establecido, lo determinado y representa una fuerza que tiende a perpetuarse de un modo determinado, conservador, resignado, en contra de todo cambio. Lo instituyente será aquella fuerza que oponiéndose a lo instituido, será portadora de la innovación, el cambio y la renovación.