Jugar y divertirse es una cosa muy seria y no lo puede hacer cualquiera.
Para jugar y divertirse es necesario darse permiso para disfrutar y compartir el placer de la acción y la emoción.
Los que llegan a esto con total naturalidad son los niños, pues para ellos el juego es el único medio de aprender. Desde jugar con sus manos y chuparse los pies hasta imitar a su papá cuando arregla un enchufe o desarma la bici.
Es tan común ver a un chico jugando que cuando no lo hace y lo vemos decaído y desinteresado pensamos que algo le pasa, que está enfermo.
El juego es importante porque conlleva la educación, la formación y el desarrollo de la personalidad.
Cuando el niño juega realiza un ejercicio de vida, pues jugar le permite al pensamiento acciones espontáneas y eficaces que enriquecen su conocimiento.
Le permite aprender a encontrar nuevos caminos, nuevas preguntas, nuevas respuestas. Es también el medio fundamental que permite el desarrollo del lenguaje, del pensamiento y las funciones de contacto.
Todos sabemos que enfrentarnos a lo nuevo y desconocido produce temor y que las situaciones que no podemos controlar nos producen ansiedad; a través del juego lo siniestro se convierte en fantástico y se expulsa el conflicto. En el juego podemos equivocarnos y fallar, y al volver a jugar en libertad y sin presiones hacemos el aprendizaje del error y de esta manera desarmamos juicios calificatorios.
Desarrollar la actividad ludiera también es tener una actitud frente a la vida que le va a permitir aprender a convivir sana y creativamente.
Este aprender a convivir, que en realidad nos lleva toda la vida, requiere de la adquisición de conocimientos múltiples que podemos condensar en estas frases que leí hace mucho en algún lugar:
- Para aprender a conocer el mundo todos debemos recurrir al Hacer.
- Para adquirir independencia, todos necesitamos hacer uso de nuestra libertad.
- Para aprender a hacer buen uso de la libertad, necesariamente hay que aprender a elegir.
Nosotros hemos logrado todo esto jugando. Por eso es tan importante facilitar en nuestros niños la capacidad ludiera, compartiendo con ellos estos momento tan especiales encuadrados entre lo imaginario y la realidad, especialmente en estos tiempos en que las máquinas reemplazan al compañero de juego.
Un niño que no puede jugar, será un adulto que no pueda crear.
Para jugar y divertirse es necesario darse permiso para disfrutar y compartir el placer de la acción y la emoción.
Los que llegan a esto con total naturalidad son los niños, pues para ellos el juego es el único medio de aprender. Desde jugar con sus manos y chuparse los pies hasta imitar a su papá cuando arregla un enchufe o desarma la bici.
Es tan común ver a un chico jugando que cuando no lo hace y lo vemos decaído y desinteresado pensamos que algo le pasa, que está enfermo.
El juego es importante porque conlleva la educación, la formación y el desarrollo de la personalidad.
Cuando el niño juega realiza un ejercicio de vida, pues jugar le permite al pensamiento acciones espontáneas y eficaces que enriquecen su conocimiento.
Le permite aprender a encontrar nuevos caminos, nuevas preguntas, nuevas respuestas. Es también el medio fundamental que permite el desarrollo del lenguaje, del pensamiento y las funciones de contacto.
Todos sabemos que enfrentarnos a lo nuevo y desconocido produce temor y que las situaciones que no podemos controlar nos producen ansiedad; a través del juego lo siniestro se convierte en fantástico y se expulsa el conflicto. En el juego podemos equivocarnos y fallar, y al volver a jugar en libertad y sin presiones hacemos el aprendizaje del error y de esta manera desarmamos juicios calificatorios.
Desarrollar la actividad ludiera también es tener una actitud frente a la vida que le va a permitir aprender a convivir sana y creativamente.
Este aprender a convivir, que en realidad nos lleva toda la vida, requiere de la adquisición de conocimientos múltiples que podemos condensar en estas frases que leí hace mucho en algún lugar:
- Para aprender a conocer el mundo todos debemos recurrir al Hacer.
- Para adquirir independencia, todos necesitamos hacer uso de nuestra libertad.
- Para aprender a hacer buen uso de la libertad, necesariamente hay que aprender a elegir.
Nosotros hemos logrado todo esto jugando. Por eso es tan importante facilitar en nuestros niños la capacidad ludiera, compartiendo con ellos estos momento tan especiales encuadrados entre lo imaginario y la realidad, especialmente en estos tiempos en que las máquinas reemplazan al compañero de juego.
Un niño que no puede jugar, será un adulto que no pueda crear.
Giselda Sanguineti
Lic. en Psicología - Prof. Filosofía
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