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Ensueño - Giselda Sanguinetti


Los sueños como otra producción psíquica son material de análisis de todas las escuelas psicológicas y van a ser interpretados de acuerdo al marco teórico que tengamos.

Desde mi línea teórica, la Psicología Gestáltica, hay varias formas de decodificar los sueños. Una de esas formas es usar al sueño como disparador y escribir un cuento.
Comparto con Uds. mi cuento.

                                               ENSUEÑO

 Era la antigua cocina de la casona de Floresta, enorme, con largas mesadas y muchas alacenas.  Una de la puertas daba al pasillo lateral de la casa por donde, como si fuera la suya, todas las mañanas, el vasco, el lechero entraba con su tarro y dejaba la lechera llena, espumosa y se llevaba las monedas.
Otra puerta al comedor diario, otra a una salita de estar y el ventanal al patio.
El perfume de los jazmines a partir de octubre impregnaba el aire hasta bien entradas las navidades.
Ahí. están las tres, la abuela, la madre y la hija casi adolescente.  Eran reuniones habituales donde se mezclaban como alquimistas las confidencias y las recetas de esa comida o de aquel postre.
También había reuniones en la “piecita del fondo”, un cuarto amplio, soleado al que se llegaba atravesando el patio.
Había una máquina de coser Singer, una mesa enorme donde se planchaba, se cortaban vestidos y estaba apoyada una radio con forma de capillita que emitía con sonido particular las voces de los galanes de radioteatros de turno.
 En estas reuniones estaban tías, primas, y amigas que venían a hacerse la tintura y la permanente, a contar cosas propias pero especialmente ajenas.
La hija aprendía mucho, en general no hablaba, escuchaba, era fantástico estar ahí, entre las grandes.  Aprendió a coser, a tejer, a jugar al poder, a teñir el pelo; también a no contar al abuelo o al padre tal o cual cosa que se decía allí, porque venían cansados o porque los hombres no entienden.
En ese lugar aprendió esa sutileza del matriarcado encubierto entre faldas y plisados donde el hombre de la casa se enteraba poco y la mujer ejercía por debajo de la mesa el poder que brinda el conocimiento.
Ahí. aprendió de embarazos, partos, novios, maridos y amantes entre algún que otro “cuidado que está la nena”….

Ella sintió un movimiento en la cama que terminó con su ensueño.
Su hombre dormido cambiaba la postura.
¡Cuántos recuerdos despertó ese pequeñito sueño….!
Su hombre, lo dijo bajito, lo acarició suavemente para no despertarlo.
Hubo otros pero fueron maridos como los de su mama, tías y abuelas.
Finalmente aprendió y sigue intentando estar con su hombre y ser su mujer.
Ya no hay piecita del fondo, ni patio ni jazmines;  si hay cocina aunque sin mas mujeres que ella y si hay confidencias y alquimia y con otro que es su hombre y su compañero y su compinche con quien mientras desayunan o cocinan arman proyectos, fantasean viajes, esperan nietos y tejen con ternura el fino y delicado encaje de lo cotidiano.

Lic. Giselda Sanguinetti


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